sábado, 14 de febrero de 2015

Pequeña introducción, para que me conozcáis









Estoy en Mirambel, a un año de jubilarme; está lloviendo, escucho el sonido de la lluvia sobre los tejados, el agua produce un ruido agradable al chocar con las piedras que forman el pavimento de las calles. Me recuerda mi infancia en Alamillo.
Mi pueblo está situado geográficamente al sur de Ciudad Real, donde termina el Valle de Alcudia y en el límite con la provincia de Córdoba. Cuando llega el verano a La Mancha, el sol cae sin piedad, especialmente en Alamillo. El sol de doce de la mañana a siete de la tarde no se puede aguantar, las casas no hacen sombra, por las calles no andan ni los perros, todo el mundo dentro de casa, los cuarenta o cuarenta y cinco grados son demasiado . En mi casa, como en la mayoría de las casas, se regaban los cantos para dar frescor a la casa. El suelo de la parte central de la casa, por donde pasaban cada día los mulos y caballos de las cuadras a la calle, para ir a trabajar, eran cantos rodados; pequeños clavados sobre la tierra de forma armónica, que regados ayudaban a mitigar el calor. El cortinón corrido, las puertas un poquito abiertas por si corría el aire, un buen trago de agua fresquita del botijo (no teníamos agua corriente) y a dormir.
Después de trabajar desde las cinco de la mañana en las tareas propias de los campesinos, en esas fechas, segar, llevar las mieses a la era, trillar que generalmente lo hacíamos los niños, aventar etc., los mayores tenían que descansar.



Siempre he sido sensible a la naturaleza, la admiro, me impresiona, me hace feliz como pocas cosas.

Mi padre y algunas personas más me animan para que escriba mis experiencias, dicen que tengo que dejar constancia de las cosas que sé para, quizás poder ayudar a otras personas.


La verdad es que no sé cómo empezar. Déjate llevar, coge papel y pluma y ya verás que las cosas saldrán solas. Lo voy a intentar. Tengo tantas experiencias que me gustaría explicar… mi vida como estudiante, como profesional… Quizás de todo un poco.

viernes, 13 de febrero de 2015

Era una niña inquieta

De mi infancia recuerdo que era una niña inquieta, poco dormilona, interesada por aprender de todo lo que estaba a mi alcance, sensible a todo lo que pasaba a mi alrededor y preocupada socialmente. Me interesaban las cosas que le pasaban a la gente con la que compartía mi vida: familiares, vecinos, amigos... 



Soy la sexta de seis hijos, cuatro varones y dos hembras. Mientras mis padres y hermanos dormían la siesta, yo, que era una niña de cinco o seis años, me dedicaba a leer, hacer bolillos, coser o dibujar.

Llegada mi adolescencia, ya había aprendido a bordar a mano, a máquina, a hacer bolillos y varios oficios del campo. Tenía inquietud por aprender otras cosas y les dije a mis padres que quería estudiar.

  


No era fácil, un pueblo pequeño, sólo dos maestros y poco dinero en casa. Empecé dando clases con Gundamaro, era un señor muy culto, pero por problemas de la guerra, creo que era de izquierdas, se quedó sin trabajo y en el pueblo no podía hacer nada o poca cosa. Lo recuerdo con cariño, me enseñaba cosas en general, pero lo que más le gustaba era que le leyera poesía. Lo pasábamos bien, a mí también me gustaba la poesía.

Empecé a estudiar en serio y digo en serio porque me examinaba. Los primeros tres cursos de bachillerato los hice en Alamillo, un curso en junio y otro en septiembre, me examinaba libre. Me ayudaron muchas personas, recuerdo sobre todo a Emilio el marido de mi hermana que me enseñaba música, a él le gustaba tocar la trompeta y tenía los conocimientos suficientes para ayudarme. Hice una canastilla, dibujo artístico, caligrafías y todo lo que en el bachillerato de 1963 se pedía.



Estudié bachillerato superior porque quería hacer medicina; compaginaba el bachillerato superior con los primeros años de magisterio. Mi madre que era una mujer muy sensata, me animó a que empezara a estudiar magisterio. Según me decía ella, había dos razones de peso, una que terminaría antes de estudiar y la segunda, que como medicina, era una profesión de carácter social.

Hubo un hecho importante que me ayudó a seguir con la carrera de magisterio. Mi madre murió de un infarto y eso me desanimó en mi idea de hacer medicina.

jueves, 12 de febrero de 2015

El largo, tortuoso, pero apasionante camino de la docencia

Terminé en el año 1969 y ese mismo verano mi hermana y mi cuñado me llevaron a Tiana un pueblo de la provincia de Barcelona. No fui por casualidad, en él vivía una familia que como muchas más, emigraron a Cataluña en busca de una vida mejor, eran de mi pueblo, Alamillo, y casi familia. Me quedé unos días con ellos hasta que encontré trabajo.


Fue en un pueblo próximo, El Masnou. Había un grupo de padres que buscaban una maestra y yo buscaba trabajo, así empezó mi vida profesional. Era un grupo de padres, generalmente jóvenes y con muchas inquietudes, con hijos en edad escolar. La oferta escolar que había en el pueblo no les convencía.

En esos años en El Masnou había dos escuelas religiosas y una escuela pública. Estas familias tenían otras inquietudes, querían una escuela mixta, una escuela donde la economía, la religión y la política no fueran condicionantes. Querían que se educara a sus hijos con una serie de valores.


Así empecé a andar en el largo, tortuoso, pero apasionante camino de la docencia. Sólo tenía la preparación académica, una sólida educación social, que me habían dado mis padres, ganas de aprender y de hacer las cosas bien.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Enseñar no es difícil, lo complicado es educar

Del sesenta y nueve al setenta y ocho trabajé en una cooperativa escolar y del setenta y ocho hasta mi jubilación en la escuela pública.

He defendido siempre que enseñar no es difícil, realmente lo difícil es educar. No sabría definir la palabra educar, personas seguramente a mil años luz de mí en casi todos los aspectos, ya lo han hecho. Creo que no encontraría palabras nuevas.




Si leo algunas de las definiciones que aparecen en un diccionario, las elijo y ordeno de forma que se ajusten a la idea que tengo sobre la educación, seguramente no sería nada nuevo, no resultaría ni una sola palabra nueva, sino una ordenación distinta de las ya conocidas.

Después de leer algunas me quedo con estas dos:

1) “Desarrollar” las facultades intelectuales y morales.
2) Perfeccionar los sentidos.

Pienso que, combinando las dos, podemos confeccionar una buena guía de trabajo.

Si elegimos la primera definición, está claro que tenemos que desarrollar las facultades intelectuales y morales de nuestros alumnos, y de todo el potencial humano que forma la escuela.

Cuando me refiero al potencial humano, incluyo naturalmente a todas las personas que, de forma directa o indirecta, complementan la labor de los maestros: padres, conserje, equipo de limpieza, trabajadoras del comedor, etc. Es muy importante informarles de nuestro proyecto, si es posible, en la medida en que les implica, lo hagan suyo. Naturalmente me refiero a las normas de convivencia, que han de ser pocas y claras para facilitar su cumplimiento. No quiero extenderme pero principalmente, podrían ser, respetar:

· Los espacios comunes.
· Todas las personas que formamos el equipo, antes mencionado.
· Las plantas y animales, si los tenemos, ellos son una fuente de aprendizaje a considerar.
· Las entradas y salidas al centro, sería ideal hacerlo sin formar filas, sino de forma relajada hablando con los amigos en pequeños grupos, sin correr ni empujar a nadie, sin gritar.




Si todos lo tenemos claro y lo respetamos, funciona. No es difícil, nos costará un poco al principio, pero después será un hábito adquirido que sólo deberemos corregir o recordar a través  de la observación para los pequeños despistes o relajaciones.

martes, 10 de febrero de 2015

Creando lazos

No cuesta mucho aprender pocas y pequeñas cosas, pero seamos constantes. Los niños crecen con nosotros, nos observan, nos imitan, si lo que ven es una actuación “normal”, es lo que hacemos en ese momento y siempre en situaciones semejantes, se convierte en un hábito. Podríamos poner infinidad de ejemplos: lavarnos las manos para comer, comer sentados irnos a dormir a una hora prudente, hablar sin gritar, no mentir, no prometer cosas que no podemos cumplir… Son cosas que todos podemos hacer, no se necesitan estudios. Estas pequeñas cosas crean lazos de cariño, de respeto, de seguridad, les hará crecer, madurar, ser felices. Les enseñaremos cada día cosas nuevas, quizás incómodas para nosotros, pero si la base es buena las dificultades se superan.

Para trabajar las facultades intelectuales tenemos que conseguir que nuestros alumnos se interesen por la lectura, escritura, poesía, matemáticas, etc., que sean creativos y sobretodo, ellos mismos, personas responsables y respetuosas.


La segunda definición dice “perfeccionar los sentidos”. ¿Cómo hacerlo? Para mí, la mejor manera es despertarlos. Aprehender a través de ellos: Tocar, ver, gustar, escuchar, crear, experimentar... Aprehender significa hacer tuyo un conocimiento. Lo que se aprende de esta forma, no se olvida, se fija en nuestra memoria, son experiencias vividas que quedan grabadas, pasan a formar parte de nuestras vivencias y más tarde, de nuestros recuerdos.


lunes, 9 de febrero de 2015

Cosas que nos pueden ayudar



Durante 38 años en activo he tenido pocos problemas de disciplina y que recuerde, ninguno serio. Creo que si hay confianza entre grupo y maestra resulta más fácil. No hay recetas, yo os puedo explicar que es lo que he hecho y la verdad es que me ha dado resultado.



Parto de la base que me ha gustado mucho mi profesión y he disfrutado con ella. Eso facilita el trabajo, es fundamental que lleguemos a clase dejando en casa todo lo que nos preocupe y que sea ajeno a lo que en ese momento nos ocupa, que lleguemos a clase contentos, con nuestra clase preparada y con ánimo de motivar a nuestros alumnos, de sorprenderlos, eso los pondrá en una actitud favorable y abiertos a lo que en ese momento queramos hacer. No es una fantasía, para mi ha sido una realidad, naturalmente con obstáculos, no todo es de color de rosa.

En nuestro recorrido por la enseñanza nos vamos a encontrar el niño o niños que ese día, o en ese momento, no se encuentran bien y quieren hacerse notar, no nos dejan continuar normalmente con la clase. En ese momento, detengo la actividad e intento hablar con el niño, o con el grupo, para reconducir su actitud. Dependerá mucho del alumno, pero también de nuestro tacto al resolverlo.




Hay grados de tolerancia, lo que no debemos aceptar es la falta de respeto. A mí me ha funcionado el respeto mutuo, me respetan porque yo los respeto: no les grito, les escucho, atiendo sus inquietudes. Pocas veces utilizo el castigo, normalmente les hago reflexionar sobre las consecuencias de sus actos. Siempre trato de respetar su tiempo de ocio, pocas veces aprovechamos el patio para recuperar el tiempo perdido, es su momento de juego y yo debo tenerlo presente. Eso hace que entiendan que el trabajo en clase, también debe respetarse. Ya sé que no es fácil y que no siempre da resultado, pero cuando mantenemos nuestra actitud, llega un momento en el que lo incorporan y funciona. Es un hábito adquirido a través de una reflexión continuada.

domingo, 8 de febrero de 2015

No exigir lo que no cumplimos

Lo mismo nos pasa con el trabajo, si nosotros tenemos nuestras clases preparadas, si tenemos clara nuestra exposición, el material, el trabajo que nuestros alumnos tienen que realizar, nos sentiremos más seguros, no improvisaremos, dominaremos la clase, no tendremos que justificar ninguna carencia y si por algún motivo no previsto, tenemos que justificar alguna cosa, no les mintamos, expliquemos realmente qué ha pasado, generalmente lo entienden. No entienden que les justifiquemos nuestras carencias con mentiras, a corto o largo plazo lo descubren.

Si nosotros funcionamos, ellos aprenden a funcionar, no se atreven a defraudarnos, aprenden a ser responsables y a tener sus trabajos también a punto.

Yo siempre comento que no podemos exigirles cosas a los alumnos que nosotros no se sabe porque razón no cumplimos. Por ejemplo, yo no puedo exigirles puntualidad si yo llego tarde cada día. Esta reflexión la podemos trasladar a cualquier comportamiento, a cualquiera de las actividades que realicemos. “Funciona, os digo que funciona.”

sábado, 7 de febrero de 2015

La clase abierta

Hubo un tiempo en que realicé clases abiertas para los padres, podían venir un día, sentarse en un rincón de la clase y durante una actividad (generalmente cuarenta minutos) podían ver como funcionábamos, como explicábamos o introducíamos el tema, cuáles eran las respuestas de los niños, qué material teníamos y cómo lo utilizábamos etc.

El problema generalmente no eran los niños, a ellos le explicaba que en ese momento los papás eran invisibles, que les íbamos a enseñar lo que hacíamos y como nos portábamos en clase, para que ellos entendieran mejor nuestro trabajo.

Los niños lo entendían, lo difícil era acallar los comentarios que hacían los padres entre ellos, que entendieran, sin ofenderse, que no podían hablar para no interrumpir el funcionamiento de la clase. Era un poco difícil, pero aun así era positivo.


Al terminar la exposición, los niños marchaban con una compañera y yo me quedaba con los familiares para comentar la experiencia, ampliarles la explicación, etc. Esto ya sé que no es fácil que hay compañeros que no pueden dar clase siendo observados, pero la realidad era que esa experiencia era positiva. Para mí no representaba un problema, cuando estoy con los alumnos sólo me importan ellos. Con estas clases sólo pretendía que entendieran un poco mejor el trabajo de la escuela, que colaboraran y que valoraran el trabajo conjunto que realizábamos maestros y alumnos.

En mis charlas con los padres, una de las cosas que les comentaba, era la importancia que tiene que hablen con ellos, que no les llenen de regalos, cuando sean mayores lo que realmente van a recordar es el tiempo que han dedicado a jugar con ellos, a contarles cuentos, a recogerlos de la escuela, siempre que eso sea posible, si cuando les necesitaban estaban ahí.

viernes, 6 de febrero de 2015

Respeto mutuo

No es fácil compaginar trabajo con la profesión de padres, pero no imposible. Si no pueden estar para la comida de medio día procuren recogerlos a la salida de la escuela, por la tarde, dedicarles un tiempo sólo para ellos, no importa que sea corto, pero es muy importante que ese tiempo se lo dediquemos en exclusiva.

Tiempo para jugar, hablar, merendar, pasear, comentar cosas etc., que los niños sientan que ese ratito es suyo.

También es importante que aprendan a respetar el tiempo de los mayores, suelen entenderlo muy bien cuando el tiempo dedicado a ellos se respeta.

Cuando las familias me piden consejos, suelo decirles que no hay recetas. Enseñar no es lo más difícil, lo que de verdad nos cuesta es educar, enseñarles hábitos, respetar a los otros, sus cosas, sus características sus espacios, sus tiempos. Eso es lo verdaderamente difícil, tenemos que enseñarle que no todo lo podemos tener siempre aquí y ahora, tienen que aprender que todos tenemos limitaciones. Enseñarles a disfrutar con nosotros, del tiempo que les dedicamos, pero deben respetar el nuestro.

jueves, 5 de febrero de 2015

Aprendiendo de alumnos y familia

Me han pasado tantas cosas en estos 38 años! ¡La mayoría buenas. ¡Tengo tantos recuerdos! ¡He aprendido tanto de los alumnos! He aprendido muchas cosas de mi relación con las familias. He podido conocer mejor a los niños a través de las reuniones con sus padres, me han confirmado sus actitudes, he podido comprender sus rebeldías, sus tristezas casi permanentes en algunos casos, desinterés por las cosas de la escuela, etc.

Estas reuniones me han servido para conocer la familia y un poquito la situación familiar, para que me conozcan a mí un poco mejor, explicarles lo que hacemos, el porque de esa forma de trabajo, la importancia de su colaboración, sin ella, muchas veces fracasaríamos.

No siempre es posible la comunicación, muchas veces no entienden nuestro trabajo y desconfían.

Esta opinión que tienen de nosotros se agrava cuando hay que explicarles que sus hijos tienen algún problema y que hemos de trabajar juntos para ayudarles. Pero con paciencia, varias reuniones y con la participación de los niños, que con su insistencia les animan a colaborar, les hacen que se impliquen en su aprendizaje.

Funciona, si ven que su hijo está contento en el cole, que no quiere quedarse en casa ni cuando está enfermo, eso les ayuda a reflexionar y a ir aceptando que algo debe funcionar bien en la escuela para que su hijo se sienta feliz. Son los niños con sus explicaciones, sus insistencias y generalmente con su espontaneidad lo que hace que la relación maestros padres funcione mejor. Os explico una de las muchas anécdotas que en nuestro trabajo con los niños nos pasan.

miércoles, 4 de febrero de 2015

"Seño, ¿tu estas loca?"

Todos les pedimos pequeñas cosas para que nos traigan de casa, es la forma de responsabilizar a los niños, de hacer que los padres conozcan lo que estamos trabajando y se impliquen un poco.
Un día llega una niña y me pregunta directamente, “¿Seño tu estás loca?” Yo le contesto de forma pausada: “¿Por qué?” Respuesta de la niña: “Es que mi mamá dice que tú estás loca”. Explico a la niña que eso es una enfermedad y que si así fuera, yo estaría en el hospital curándome, es una niña de preescolar.

Pasado un tiempo vino la madre a interesarse por el funcionamiento de su hija en la clase y durante la entrevista, hablando de forma relajada de su progreso y de su relación conmigo, le comenté la pregunta que me había hecho la niña. Teníamos confianza, era una charla distendida, sabía que no se ofendería.

Ella reaccionó con risas, intentó explicarme que trabaja fuera de casa, que cuando llegaba tenía que atender a los niños y a su vez preparar comida, ropa, etc. No tenía tiempo de buscar lo que la niña con insistencia le pedía y fue una respuesta poco correcta.

No siempre tenemos en cuenta nuestras respuestas a las preguntas insistentes de los niños y sobre todo cuando llevamos encima una sobrecarga de trabajo y preocupaciones.

martes, 3 de febrero de 2015

Adolescencia y caracter

En mis clases con los alumnos de octavo de EGB. Donde les daba matemáticas y ciencias, recuerdo a una alumna que cada día me hacía una pregunta que ella sabía que yo no podía contestar en ese momento. Buscaba medirse conmigo, provocarme, demostrar ante el resto de la clase que yo no la sabía. No me enfadé jamás con ella, tenía mi explicación, le aclaraba que yo no lo sabía todo, había muchas cosas que tenía que consultar, tenía que preparar mis clases cada día para ellos y en ese momento no tenía la respuesta, pero el próximo día se la daría.


Pasó un cierto tiempo en esta dinámica, poco a poco fueron sus propios compañeros los que hartos de sus interrupciones le reprochaban su comportamiento.

Era una adolescente con mucho carácter. Si mi actitud hubiera sido entrar en su juego, imponer mi autoridad haciéndole ver que yo era la maestra y la que mandaba allí, posiblemente no hubiéramos conseguido que reflexionara sobre su conducta. ¡Tengo tantas experiencias vividas! Creo que algunas os pueden ayudar.


Familia

Yo he procurado informar a los padres o tutores ayudándome del material realizado por los alumnos. Les he dado a cada padre, madre, tutor, el trabajo que hemos hecho en clase, para  que entiendan el por qué de esa actividad y para pedirles que valoren esos trabajos. 
Que cuando el niño los lleve a casa, que se sienten aunque sólo sea media hora o un cuarto, es igual, pero que ese ratito sea exclusivo para él y no lo compartan con la cocina, el teléfono, otros familiares etc.
Ese es su tiempo y es lo que él recordará siempre, ese ratito que le hemos dedicado y no el montón de regalos que a veces les hacemos para suplirlo.  




    

 

En las reuniones, con las familias, para explicarles lo que hacemos, y cómo ellos pueden colaborar, les proyectaba fotografías, o alguna  filmación que había realizado durante ese tiempo de observación. Eso de que una imagen vale más que mil palabras en muchos casos es cierto.


 

Cuando ven a sus hijos abrochándose la bata solos, almorzando, colocando su servilleta encima de la mesa, tirando las migas dentro de la papelera, ordenando los juguetes utilizados de forma espontánea y sin que un adulto esté  “imponiéndoselo”,  sino que es algo que ya se ha adquirido y que lo hacen de forma natural. Esto hace reflexionar a las familias, surgen las preguntas, surge el debate, que es lo que enriquece y hace fructífera la reunión.


Hay que tener cuidado con las fotografías y explicarlas muy bien para  no herir la sensibilidad de las familias. Por ejemplo, hice fotos a un niño de párvulos comiéndose un pastel de crema de chocolate y el resultado, como tenía el niño las manos,  la cara, la mesa etc.


Eso nos dio pie para hablar de la importancia de los almuerzos, del resultado, no sólo higiénico, sino nutritivo. Entramos de lleno en la alimentación, en la importancia que tiene un pequeño bocadillo de pan, aunque sea pequeñito, con algo que le guste y no desde el punto de vista nutricional, sino tan bien de cómo estaremos fortaleciendo sus mandíbulas, el aparato bucal. Parece mentira como cosas tan sencillas pueden influir directamente en la pronunciación. A veces  modificando estas pequeñas cosas hacemos que se corrijan defectos de pronunciación. 

Hablar, cantar, jugar.

Lo mismo pasa cuando les explico la importancia que tiene el hablar con ellos, al hacerlo hemos de procurar llamar a las cosas por su nombre, no abusar de los diminutivos ni repetir las cosas como ellos las pronuncian porque nos hacen gracia, o porque  entendemos lo que nos quieren decir . Hemos de tener presente que el modelo somos nosotros y aprenderán  de  cómo nos expresemos los que estamos próximos a ellos. 
Los niños nos miran como el ejemplo a seguir, de nuestro comportamiento va a depender en gran medida su formación como persona. Nos observan siempre, generalmente tienen más tiempo para examinarnos y fijarán en su interior todas nuestras actuaciones.
Saber esto no nos debe coartar, no preocuparnos demasiado, debemos actuar con naturalidad y normalmente sale bien. Los niños quieren a sus padres más que a nada, saben que ellos le dan seguridad, que sin ellos se sienten perdidos. 


Primer día de clase

Todos hemos vivido la tristeza, pataletas, lágrimas de los primeros días de clase. Se enfrentan solos a lo desconocido, llegan a un sitio donde no tienen la  protección de los papás y tienen miedo a lo nuevo. 


De ahí la importancia que tenemos los educadores de crear ese ambiente  favorable en la clase, de ganarnos su confianza, de intentar que se  sienta seguro, de que piense y crea que sus papás vendrán a buscarlo. 
Si se lo hemos prometido hay que cumplirlo, no pensemos que se olvidará o que si le mentimos en el momento dejará de llorar o de preocuparse. La desconfianza se apodera de él, se siente engañado y no lo entiende, nos hace responsables a los maestros, no hay manera de consolarlos, la seño está equivocada, su mamá o papá le  ha dicho  que viene y no le pueden engañar, eres tu que lo has entendido mal, no es verdad lo que tu le explicas, su mamá le ha prometido que lo iría a buscar a la hora de comer, que hoy no se queda al comedor, a las actividades extraescolares etc. 
Es difícil que  comprendan que no es la seño la causante de su disgusto. ¡No nos lo pongan tan difícil a sus hijos y a nosotros! es mucho más fácil decirles siempre  la verdad, se acostumbrarán a la realidad, pero no al engaño. Es una situación nueva y de todos nosotros, familia y maestros, dependerá  su adaptación y su aprendizaje.

Eso requiere por nuestra parte firmeza, decisión, cariño, delicadeza, organización, tener las ideas claras. Y eso todas las personas lo podemos tener, no se necesita cultura, se necesita sentido común, cariño y esto les suele sobrar en general a todos los padres.

Derechos y deberes

Vivimos en  la actualidad unos momentos duros para nuestra profesión, en general  todos tenemos claro los derechos y poco asumidos los deberes. 
Pocas veces tenemos que recodar los derechos, pero debemos insistir en la suerte que tenemos de vivir en un país en democracia, donde se considera que toda su sociedad, en todas sus etapas, niños, adolescentes, jóvenes, mayores etc., tenemos derechos que  todos tenemos que respetar y que, si no es así las autoridades competentes nos deben exigir su cumplimiento. Es muy importante conocer bien nuestros derechos, pero tan bien son muy importantes los deberes, que no los tenemos tan claros. Debemos educar, informar mejor a nuestros alumnos para que los conozcan, los graven, los practiquen y formen parte de su vida.




Me gustaría pensar que...

Terminada mi licenciatura me ofrecieron trabajo en la universidad, pero no lo acepté porque estaba convencida de que la base de la educación se encuentra en la escuela y más concretamente en los primeros años.
 Después de unos años dando clases de ciencias y matemáticas a los alumnos de trece y catorce años, decidí estudiar la especialidad de párvulos, convencida de que esa etapa escolar es primordial para los alumnos, para el buen funcionamiento en los ciclos posteriores. 
Conocí a compañeros que no valoraban el trabajo en estas edades, pensaban que su trabajo se reducía  a cambiarlos y poco más. Personalmente creo que el trabajo realizado en este periodo es fundamental. Sobre todo cuando la sociedad empuja a las familias a dejar cada vez más pronto a sus hijos en las guarderías y a los tres años en las escuelas. 


Me gustaría pensar que en la etapa de preescolar (de  tres a seis años) y en primero y segundo de primaria  se encuentran los mejores profesionales. La realidad todavía no es esa. Hay parte de la sociedad, compañeros,  padres, autoridades, etc., que piensan   que dedicar tiempo a los juegos, a relacionarse con los compañeros, a ampliar su vocabulario, a pensar, a descubrir todo lo  que les rodea, a investigar, etc., es una pérdida de  tiempo, que hay que eliminar los juguetes en las aulas y en el patio, que tienen que empezar con tres años las vocales, sus nombres, los de  sus compañeros, a utilizar el ordenador... Todo esto por desconocimiento, falta de preparación, presión social y sobre todo, a causa de  las orientaciones recibidas de las administraciones dedicadas a la enseñanza, que piensan que así solucionarán el fracaso escolar.

Os explico una anécdota. Estando con los niños en el patio observé que un niño lloraba aislado del resto, no jugaba, llevaba haciéndolo varios días, me acerque a el para preguntarle porque lloraba, respuesta del niño, porque ahora cuando entre, venga puntos y borrar. Era un niño de primero, su maestra les enseñaba la grafía de las letras uniendo puntos sobre un papel con cuadrícula, y eso para el era demasiado. 

Fracaso escolar

No es fácil determinar las causas del fracaso escolar. Los niños se incorporan al centro educativo muy temprano, me refiero al horario diario de permanencia en la escuela. Generalmente empiezan a las ocho de la mañana y terminan a las seis de la tarde. Están diez  horas  en la escuela, diez horas en el puesto de trabajo, esto es difícil de soportar para un niño. 
Los maestros tenemos que luchar con los problemas que esto genera, llegan a la clase  cansados, aburridos, la mayoría de las veces excitados, generalmente tristes y llorando porque  no quieren quedarse al comedor. 
Las escuelas, familias y  AMPAS deberían trabajar de forma conjunta para programar las actividades extraescolares, coordinar este tiempo para no interferir en el programa escolar. Al empezar el horario escolar los niños ya llegan con un dibujo realizado, en el mejor de los casos, con un cuento explicado, ya han pasado una hora en la que  han tenido que estar prestando atención. La faena es del maestro para motivar a esos alumnos, para intentar que se unan  al grupo que acaba de llegar y que tiene ganas de  explicar todo lo que han hecho en casa y compartirlo con la seño y el grupo.
Si es difícil motivar a los que llegan, no todos llegan contentos, unos los dejan al comedor y no lo aceptan, otros llegan llorando porque la ropa que le han puesto no les gusta etc. Nos encontramos con los que ya llevan en la escuela una hora, tarea nada fácil.




lunes, 2 de febrero de 2015

Aceptar las reglas del juego

Cuando por fin los tienes embobados mirándote, cuando todos están pendientes de tu historia, suena el timbre, miramos por la ventana y ahí está el niño que siempre llega tarde.

Generalmente, paramos la actividad, abrimos la puerta del patio, recogemos al alumno e intentamos que nos explique el por qué de su retraso, “sin presionar“, pero que nos dé a todo el grupo su pequeña explicación, el niño lo hace generalmente avergonzado y muchas veces con lágrimas en los ojos.

Él no tiene seguramente la culpa, pero tiene que comprender el problema que se crea en la clase por su retraso, además del que se crea a sí mismo.

Llegar tarde por sistema le perjudica a él en especial, se pierde los primeros minutos de relación con sus compañeros, los saludos, el contarse las experiencias de las horas pasadas fuera del centro, lo que han vivido en ese tiempo, donde han ido, con quien han jugado, con qué juguete se lo pasan mejor etc.



Se está perdiendo el hábito de la puntualidad, el saber que tenemos que aceptar las reglas de juego, que convivimos con otros niños, con la seño y que no debemos entorpecer el trabajo del grupo, que es también el suyo.

Intento retomar la actividad donde la habíamos dejado. Una pequeña explicación apoyada siempre por imágenes y actividades prácticas donde participan la mayoría de los alumnos, pasados treinta o cuarenta minutos de trabajo compartido les dejo tiempo libre para que cojan sus juguetes preferidos y se relajen cambiando de actividad, me estoy refiriendo a las edades de preescolar.


  

domingo, 1 de febrero de 2015

El trabajo bien programado

En las clases de primaria sería pasar a plasmar sobre papel los conocimientos impartidos, en las actividades relacionadas con lo experimentado, de forma individual o en pequeños grupos.

Es importante que todo este trabajo posterior lo tengamos bien programado, que sea activo, divertido, que les resulte atractivo y que cuando los alumnos lo realicen, refleje todo lo que pretendemos con esa actividad.

Es muy importante que provoque la curiosidad de nuestros alumnos, que se sientan seguros de poderlo llevar a cabo, de que resulte un trabajo creativo, de poder reflexionar sobre él, de compartirlo con los compañeros y de que se sientan apoyados por nosotros en caso de duda.

Por eso os explico que rara vez utilizo la mesa del profesor. No he sido maestra de estar sentada detrás de mi mesa, la tenía, pero generalmente en un rincón de la clase, la utilizaba para trabajar cuando los alumnos no estaban.

Era maestra de explicar de forma general , hacer partícipes a mis alumnos de lo que estábamos haciendo, cuando la explicación había terminado y tenían que plasmar individualmente su opinión, escribir sobre lo hablado, dibujar, relacionar, buscar nuevas palabras dar su opinión, plasmar algo sobre el papel, me gustaba que todos lo hicieran a la vez y yo pasear entre las mesas observando su trabajo, sus aciertos, sus dificultades para realizarlo, sus despistes, sus inseguridades, de esta manera, observándoles, podía ayudarles, intentar que todos rindieran al máximo de sus posibilidades, a que se sintieran seguros. Sobre todo los más pequeños.

   

sábado, 31 de enero de 2015

La llegada a la escuela

He trabajado en la etapa de preescolar durante más de veinte años. Hice la especialidad de párvulos porque creo que es muy importante cuidar esa etapa en un niño, es un momento difícil para él y si facilitamos su adaptación, hacemos que se lo pase bien y le ayudamos a formarse como persona responsable, estoy convencida que tendrá una buena base para afrontar todo lo que para un niño supone la llegada a la escuela.

Facilitaremos mucho su andadura por la escuela y de paso, nos ayudará como maestros para que todo sea más agradable, menos traumático para el niño y poco a poco, construyamos cosas juntos.

Captar su atención no es difícil, si nos hemos preparado un poco la clase que vamos a impartir. En las explicaciones para pequeños modulaba la voz acompañada de gestos de sorpresa, admiración, alegría... Todo ello sin exagerar, encontrar el punto medio, sin que resulte ridículo, pero que seamos capaces de captar su interés por lo que va a pasar en ese momento.

Eso de que “cada maestrillo tiene su librillo” es totalmente cierto en el caso de descubrir de qué forma crear ese clima para que el interés de sus alumnos por lo que está pasando o va a pasar, se convierta en una colaboración activa, donde se despierten sus ganas de formar parte creativa de lo que intentamos hacer en ese momento. Cuando esto se consigue es maravilloso. ¿Sabéis las palabras que pueden surgir cuando intentamos que los niños busquen una con el sonido que trabajamos en ese momento? Son veinticinco niños pensando en su palabra, poniendo en marcha sus capacidades, nos maravillamos y nos sorprenden gratamente con sus respuestas. Ahí entramos nosotros, para valorarlas, contrastarlas, animar a los tímidos a buscar su respuesta, frenar un poquito al protagonista, comentar el por qué de su respuesta etc.

viernes, 30 de enero de 2015

Pocas veces sale un trabajo creativo en un ambiente negativo

Esta forma de plantear el trabajo, no es exclusiva para una edad determinada, no es de pequeños, ni de mayores. He trabajado con todas las edades, párvulos, primaria, adolescentes, y también con adultos. Lo único que pasa es que has de adaptar tu explicación a la edad con la que estás trabajando. Tu responsabilidad para que esa clase funcione es la misma, motivar, crear el clima para despertar su curiosidad por lo que en ese momento se plantea en la clase, generalmente funciona.

Tenemos que ser conscientes de que no siempre tenemos éxito. Debemos tener los recursos para saber qué hacer en ese o esos días que no funciona lo que teníamos preparado y cambiar, darle la vuelta, ver lo que pasa y discutirlo, no se pierde el tiempo intentando solucionar lo que pasa en ese momento.

Se pierde más si creamos un clima de tensión de “bronca “, todos salimos perdiendo, es difícil trabajar bien en tensión, pocas veces sale un trabajo creativo en un ambiente negativo. Algo que yo he tenido siempre presente es el respeto por los tiempos de trabajo, he procurado no agotarlos, no forzar la situación hasta la pérdida de interés de los alumnos. Saber cambiar de actividad, hacer que puedan relajarse, beneficia el resultado final.

A los pequeños les dejo jugar libremente, me refiero a juegos no creados, ni dirigidos por mí, porque si no estoy obligándoles a prestar de nuevo atención. Lo que hago es procurar que esos juegos individuales o en grupo sean espontáneos y con una relativa tranquilidad y orden, evitar el ruido excesivo, evitar los conflictos, conversar con los que lo deseen etc. Suele funcionar.

Tengo muy presente que el tiempo en el que ellos están en clase es para dedicárselo íntegramente, en ese horario en el que están presentes los alumnos, mi dedicación es plena para estar con ellos, en las explicaciones o actividades donde participo directamente o bien en sus ratos libres. No dedico tiempo a corregir, ni preparar nada aunque sea para ellos, para sus clases, tengo claro que para eso tengo los momentos de preparación en los que los alumnos no están presentes.